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Un poco de mi

Mi nombre es Mateo Montoro, nacido en Uruguay, en 2017 emigré a España con el propósito de enriquecer mi formación psicológica incorporando nuevos modelos y enfoques de trabajo.

Tras realizar un experto en infancia y adolescencia, me formé como psicoterapeuta sistémico y de familias.

Actualmente acompaño a personas de manera presencial en Valencia y también de forma online para poder trabajar en los procesos de las personas independientemente lugar del mundo.

Tel: (+34) 634 917 386 – Email: montoro.psicologia@gmail.com

Servicios

Terapia individual

Un espacio personal para explorar tus emociones, superar dificultades y fortalecer tu bienestar. El proceso se adapta a tu ritmo y tus necesidades

Terapia familiar y parejas

Un trabajo conjunto para mejorar la dinámica entre los miembros de la familia, afrontar crisis y crear un entorno más saludable

Terapia adolescentes

Un espacio seguro donde los más jóvenes pueden expresar lo que sienten, aprender a manejar emociones y desarrollar recursos para crecer con confianza

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Llamado telefónico

Hasta 25 min

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Primera sesión

1 hora

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3

Inicio proceso terapéutico

1 hora

3

De manera preventiva, la terapia puede ser siempre una opción valiosa cuando nos sentimos estables y con ganas de explorar nuestro mundo interior. En cuanto a lo sintomático o al malestar, conviene considerar la terapia cuando empieza a afectar nuestra vida cotidiana y nuestras relaciones, cuando sentimos que no contamos con los recursos para afrontarlo solos, o cuando ese malestar se mantiene presente durante varios meses.

Lo primero que recomiendo es conversar esa incomodidad con el terapeuta, ya que puede aportar información valiosa sobre el proceso. Si, aun después de hablarlo, la sensación persiste —con o sin una razón aparente—, es totalmente válido buscar otro espacio o incluso solicitar al propio terapeuta una derivación.

Aunque cada proceso tiene sus tiempos —pues depende del síntoma, de la presencia o no de un trastorno, del tipo de terapia, etc.—, la pauta de avance no es tanto que el problema desaparezca, sino que deje de sentirse enquistado. Los síntomas suelen estar entrelazados con muchos aspectos emocionales internos. Un período de alrededor de seis meses suele ser un tiempo razonable para empezar a percibir movimiento, o al menos ganar mayor conciencia de lo que nos ocurre.